12/7/11

PowerPoint te hace más tonto

En el mundo empresarial hemos visto como en los últimos años han proliferado todo tipo de asesores. Se presentan en equipos de dos o tres, con sus ordenadores portátiles y la herramienta con la que nos imparten sus conocimientos es el PowerPoint.

El empleo de esta nueva herramienta se extendió más tarde al mundo educativo, especialmente a través de aquellos profesores más "al día" en materia de nuevas tecnologías. Y yo, en mi última etapa como estudiante universitario, he sido, como no, testigo de esa revolución. Pero, a mí, por alguna razón, aquellas innumerables diapositivas solo me producían bostezos contenidos y un abrupto despertar al encenderse las luces al final de la clase.

Al año siguiente hice el CAP por la vía rápida, esto es, a través de una de esas universidades privadas que te cobran casi mil euros por cuatro mañanas de sábado y el examen (y para colmo solo fueron tres sábados, porque uno de ellos resultó ser día festivo). Se notaba que el profesor que impartía  las clases era un experto en el tema, pero el procesamiento de aquellos textos y gráficos sobrecargados me dejaban el cerebro con poca capacidad para procesar las palabras del orador. Menos mal que al final nos aprobaron a casi todos (¡solo faltaba que después de pagar aquel pastón nos hubieran suspendido!).

Desde entonces he vivido con el complejo de creer que soy un auténtico inútil al que los pases de diapositivas le entran por un ojo y le salen por el otro. Mejor dicho, desde entonces hasta hace un par de días, cuando descubrí que, en el mundo hay millones de personas que padecen este problema.

En un primer momento creí que se trataba de una noticia anecdótica (clic aquí para verla), de esas que te hacen reír durante unos segundos y al cabo de un rato ya ni te acuerdas de ella. Pero luego comprendí que se trataba de algo mucho más trascendente, al menos para mí.

      Mi interés por el tema comienza a crecer cuando leo que el debate sobre PowerPoint no es nuevo. El año pasado, un periodista francés, Franck Frommer, publicó el libro El pensamiento PowerPoint: indagación sobre este programa que te vuelve estúpido.

Estos pases de diapositivas o "presentaciones audiovisuales" son una prótesis inevitable en muchas charlas donde, con fatídica frecuencia, el conferenciante se limita a repetir las frases que proyecta en la pantalla del auditorio.

Frommer comenta que "interesa más la exhibición que la demostración y busca hipnotizar al público y limitar su capacidad de razonamiento". Se usan títulos cortos, subtítulos, eslóganes, palabras claves y verbos en infinitivo para dar sensación de acción". Muchas veces se incorporan imágenes que no tienen nada que ver con lo que se está diciendo, simplemente como adorno o anestésico. La puesta en escena pide una sala oscurecida en la que la gente está atenta a la pantalla y consume 15 diapositivas en media hora. Cuando abandonas la sala, saturado de imágenes, prácticamente lo has olvidado".

      Todo se simplifica, se reduce a una diapositiva con una lista de ítems, de palabras clave, de definiciones, pero esa diapositiva cambia tan rápidamente que el público no tiene tiempo de examinar con sentido crítico esas ideas. Mediante PowerPoint no hay manera de expresar ideas o temas de manera precisa y detallada. Las presentaciones nos dan una ilusión de dominio, de comprensión y de control sobre un determinado tema. No hay sitio para la complejidad, conexiones, interdependencias, para complicadas relaciones entre elementos económicos, culturales y políticos. Se ahoga cualquier discusión y argumento razonado mediante el formato de viñetas [aquí viñetas se refiere a esos guiones, puntos, bolitas, números, etc., que se colocan a la izquierda de cada ítem de una lista].
A menudo, después de cada presentación, la presentación misma es el único documento que se conserva: "Me he perdido la reunión. ¿Me puedes enviar el PowerPoint?"

Para Frommer, la manipulación de la información se vuelve más sencilla. Entonces me acordé de cómo empezó la guerra de Irak. Sí, con aquella presentación PowerPoint, un "arma de hipnotización masiva" con la que Colin Powell consiguió convencernos de la existencia de "armas de destrucción masiva".

      Todo esto conlleva un peligro: la actuación del conferenciante se vuelve más importante que el contenido. El pensamiento crítico pierde peso frente a la vistosidad y colores de las diapositivas. Conseguir tener al espectador mirando objetos brillantes en la pantalla es un truco para evitar discusiones. Además, sirve para disimular el conocimiento superficial que el presentador tiene del tema, dando la sensación de que lo domina perfectamente.
Las presentaciones pueden ayudar a esconder los defectos del orador

Un aspecto que preocupa a Frommer es el empleo de este programa en la educación. Según él, "anula el intercambio, no hay interacción". Yo, sin embargo, opino que sí se puede usar PowerPoint en la enseñanza. Simplemente creo que no se debería usar de la misma manera en que se usa en una empresa (y esto es lo que se hace en el 90% de los casos).

Indagando más sobre este tema, descubro que son muchos los detractores de esta aplicación informática. Por ejemplo, el profesor Edward Tufte, de la Universidad de Yale, cita como causa del accidente del transbordador Columbia, las diapositivas de PowerPoint que la empresa Boeing facilitó a la NASA y que, al parecer, simplificaban en exceso la situación, dando la sensación de que los riesgos de seguridad eran mínimos.

Pero es en el ámbito militar donde el uso del PowerPoint se ha vuelto casi incontrolable, como refleja un artículo de The New York Times. Hace un par de años, al general Stanley A. McChrystal, jefe de las fuerzas estadounidenses y de la OTAN en Afganistán, no se le ocurrió otra cosa que mostrar la siguiente diapositiva en la que se describía la estrategia militar norteamericana. Se parecía más a un cuenco lleno de espaguetis:

Toda la sala estalló en carcajadas cuando el general dijo: "cuando seamos capaces de entender esta diapositiva, habremos ganado la guerra". Desde entonces, la cantidad de tiempo gastada en hacer estas presentaciones se ha convertido en objeto de broma dentro del ejército, tanto en el Pentágono como en Irak y Afganistán.

El general James N. Mattis, del cuerpo de Marines y comandante de las fuerzas conjuntas, exclamó en una conferencia: "PowerPoint nos hace estúpidos".  Y otro general, H.R. McMaster, afirma que el programa es peligroso, ya que crea la ilusión de que estamos entendiendo lo que se nos muestra y de que tenemos todo bajo control. Sostiene que lo peor no es el mapa mostrado anteriormente, sino esas diapositivas en las que aparecen esos listados con viñetas, ya que no tienen en cuenta la interconexión entre las fuerzas políticas, económicas y étnicas. También hace un par de años, cuando el sitio web Company Command preguntó al jefe de un pelotón del ejército en Irak en qué pasaba la mayor parte del tiempo, este respondió: "en elaborar presentaciones PowerPoint". Incluso el general Petraeus, recientemente nombrado director de la CIA, señaló, cuando era supervisor de las tropas en Irak y Afganistán, que asistir a una presentación de PowerPoint era una "agonía".

Y, para terminar, ¡el colmo de los colmos! Ni siquiera Bill Gates cuida sus presentaciones. Un simple vistazo a las diferencias de estilo entre él y su rival Steve Jobs (Apple) a la hora de presentar sus nuevos productos mediante presentaciones nos ayudará a comprender el enorme éxito de este último en contraste con el declive de Microsoft.
Aquí vemos a Jobs en acción. Mientras cuenta lo que tiene que contar, permite que durante unos breves momentos la pantalla se quede vacía. Ello hace que cuando aparezcan las imágenes, estas parezcan más impactantes. Para algunos, una pantalla llena de información es de gran ayuda, mientras que una pantalla vacía da miedo, ya que, ahora, todas las miradas se centran en el orador. Quizás sea precisamente eso lo que busca Steve Jobs.

Jobs anunciando el cambio de procesadores (de Power PC a Intel) en los Mac y mostrando cómo en años anteriores ya se habían hecho cambios importantes. La pantalla no está sobrecargada, el vestuario de Jobs encaja en la puesta en escena y, él, se mueve con soltura en el escenario. Una estética muy Zen

Y, ahora, Bill Gates. Muchas imágenes y mucho texto. Muy buen diseño. Está muy claro cual es el primer punto del que va a hablar, cuál el segundo y así sucesivamente. Pero el espectador no tiene claro qué es lo más importante y cómo se relacionan unos puntos con otros. Además, el estilo de Gates no es tan desenvuelto como el de Jobs. Tiene ese hábito de tocarse los dedos a la altura del pecho mientras habla, como si no se sintiera cómodo. Todo lo contrario que su competidor

Y aquí, una vez más tocándose la yema de los dedos delante de una de esas diapositivas basadas en un listado con las susodichas viñetas, que no hacen más que confundir y aburrir al espectador. En lugar de ir saltando de un punto a otro, Gates debería contar lo que tiene que decir y usar las diapositivas solo para completar su discurso o para resaltar algunas partes
   

Conclusión:

El problema no es PowerPoint (de Microsoft),
ni Keynote (su equivalente de Apple)
ni Impress (de la suite OpenOffice).

El problema es lo que la gente hace con estos programas.



Este post está dedicado a la Dra. María Dolores Meneses Fernández, 
de la Facultad de Ciencias de la Información de La Laguna, 
cuyas clases de Periodismo Científico basadas en presentaciones PowerPoint 
dejaron en mí secuelas de las que tardaré en recuperarme.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Quienes te conocemos, Pedriño, sabemos que tú ya llegaste con secuelas a la Universidad. Y quienes nos sentamos a por tus alrededores comprobamos que ni powerespointeres ni dibujitos con palotes en un papel lograban hacerte comprender na de na. Qué recuerdos!!!

Publicar un comentario

Comenta lo que quieras