La situación es mucho peor cuando los zumos, en vez de producirse directamente para el consumo, se preparan antes y se mantienen en jarras metálicas. En este caso, el porcentaje de enterobacterias aumenta al 81%. En cambio, cuando el zumo se sirve directamente en un vaso, el porcentaje disminuye al 22%, lo que indica que parte de la contaminación está en las jarras, que no se lavan lo suficiente.
Las enterobacterias producen fermentaciones y oxidaciones de alimentos, lo que disminuiría la calidad nutricional del zumo. En los casos más graves (a esta familia pertenecen la Escherichia coli y la salmonela) puede provocar trastornos digestivos graves. También se detectó que un 12% excedía los límites de microorganismos aerobios mesófilos (que son los que pueden vivir entre 25 y 40 grados), que incluyen hongos y levaduras.
Esto es lo que ha concluido un estudio de la Universidad de Valencia tras analizar 190 muestras de zumo de naranja.